Descalzo caminas mejor por los senderos del Jardín Botánico de Maracaibo, nuestro precioso lindero del suroeste, donde sobrevive el deseo de preservar para la vida este magnífico verde (mejor, amarillo) espectro de poder vegetal, gran nido y mejor pulmón para este paisaje donde, un sabio artista brasileño llamado Roberto Burle Marx, firmó un pacto de amor por nuestro feraz telón-pulmón, de 200 hectáreas, tierra de más de 3.000 árboles y 1.280 especies de plantas. El paraíso de savia cósmica. Descalzo sentirás el poder de esa tierra.
Tanya Méndez González, frau Gögelman, convidó al niño Dylan Gabriel y a su papá, Alexis, para que le acompañaran, a ella y a su mamá, Maricela, así como a su prima. Eufrosina León, en una magnífica ecoaventura, plena del poder y la gloria de poder ser seres de savia y luz, hijos de fotosíntesis y ecosistemas mágicos.
Frau Tanya estuvo, el sábado tres, por lo cual no pudo disfrutar de esa fiesta de los rubios curarires desmelenados, esos cuatro días de lluvia dorada luego de la primera lluvia de la estación mayo/junio. La primavera acompañó a Tanya y a su amiguito, porque entonces ocurrió un tipo de milagro que sólo la Pachamama podría eventualmente explicar. Dios florece.
El gran artista gráfico, Nubardo Coy, estuvo el sábado en el Jardín Botánico de Maracaibo “Dr. Leandro Aristiguieta”, para acompañar el fin de fiesta del concurso de pintura infantil cuyo motivo esencial era justamente esta magna primavera.
Coy pensó que Tanya bien podría ayudarle, junto con los filántropos ecologistas, David Morales Zambrano, presidente de la respectiva Fundación: Francoise Galletti y Juan Marrufo, también de ese incansable equipo de trabajo cuya fiesta de los curarires es “Nuestro gran Tele Radio Pabellón”, según referían con humor.
Frau Gögelman fungió como jurado de premiación del certamen artístico donde comparecieron los futuros ciudadanos: Samantha Meléndez (9): Luisana Zärraga (8); Sofía Segovia (10): Victoria Páez (11); Samantha Prado (7): Ruth Burgos (11) y Neliza Celedón (14). Debido a la gran calidad de las obras, ellos decidieron premiar a todos por igual y así Dios refrendó la lid.
Un señor con melena de plata comenzó a disertar, en medio del anfiteatro hermosísimo que acompaña el círculo de juegos energéticos, como columbios, toboganes y subeybaja. “¿Qué divertido, papi!!”, escuchábase un coro de ángeles en flor. Decía él:
“En realidad tendríamos que ser lúcidos y nobles con respecto al gran paulista Burle Marx y reconocer también el poder de sus argumentos ecológicos, los mismos con los que proyectó, por ejemplo, también la creación, tanto del Parque del Este, en Caracas, como de otros 2500 jardines y paredes en todo el orbe.
Indagas un poco y te maravillará el legado del maestro artífice, “apasionado por el descubrimiento y puesta en valor de la riqueza botánica tropical, al punto que cerca de 53 especies vegetales están ligadas a él o llevan su nombre, miembro honorario de la Sociedad Botánica de Brasil, prolífico pintor, experto del arte de entretener, e impulsor decisivo para la fundación de las Convenciones de Cambio Climático de las Naciones Unidas, para la lucha global contra la deforestación y el abandono…”, nos asiste la chuleta web, digo, de la página especializada, Arquine. Google provee…
Para Burle Marx, sigue la chuleta Lú, “la misión social del paisajista tiene ese lado pedagógico de comunicar a la multitud el sentimiento de aprecio y comprensión de los valores de la naturaleza a través del contacto con el jardín y con el parque”. Burle Marx, abogaba por la relación entre la construcción del paisaje y el ejercicio de la paciencia didáctica…”.
En Venezuela, donde comienza la experiencia de quienes escriben, Burle Marx fundó la cultura paisajista moderna y renovó en los venezolanos el espíritu de los grandes viajes y preservación de la naturaleza. En 1961, inauguró en Caracas el primer gran parque urbano de su carrera: Parque del Este. Así formó el espacio público que por años seria símbolo de la emergente democracia nacional y creó colaboraciones profesionales de larga duración.
Una de tales asociaciones fue con el reconocido botánico venezolano Leandro Aristeguieta (1923-2012). Años más tarde, en 1983, junto a Aristeguieta, inauguró la primera Escuela de Horticultura de Latinoamérica para la preservación del bosque seco tropical: el Jardín Botánico de Maracaibo (JBM); paisaje hogar de quienes escriben. Este jardín, hoy reabierto luego de más de 20 años de abandono, es prueba viva de lo que colaboraciones de larga duración permiten.
En ‘La participación de botánicos en mi formación profesional’, conferencia de 1983, Burle Marx reveló el valor inmaterial de la interdisciplinariedad en el ejercicio profesional. Allí, se afirmó cómo, todo gran proyecto, es siempre el resultado de una colaboración continua, con sus amigos Henrique Lahmeyer de Mello Barreto (1892-1962), Aparício Pereira Duarte (1910-1984), Graziela Maciel Barroso (1912-2003), Nanuza Luiza de Menezes (1934), Adolpho Ducke (1876-1959), y Luiz Emygdio de Mello Filho (1913-2002), entre tantos otros. En Maracaibo, esas colaboraciones, fuentes de saber y acción, contaron con profesionales de la talla de José Tabacow (1942), Haroushi Ono (1944-2017) y Ernesto Foldats (1925-2003).
“Desde allí -desbordaba de información, nuestra chuletita Lú-, desde las sombras y lluvias de flores doradas de los curarires (Handroanthus serratifolius), plantados por paisajistas, botánicos, artistas, estudiantes y zulianos de excepción, se percibe una segunda lección de los jardines de Burle Marx. Se trata de la relación elíptica de interconexión entre las escalas espaciales y temporales del territorio, las ciudades y los jardines. En Maracaibo, Burle Marx construyó un jardín escuela que en su estructura concentra la riqueza fitogeográfica y filogenética de la región del Lago de Maracaibo. Lago que no sólo es el más grande de Latinoamérica, sino que además acoge una biodiversidad sin precedentes en el continente, en torno a un cuerpo de agua fresca (…)
El JBM, también enseña que él es mucho más que arte y mucho más que ciencia. Pertenece a ese universo de parques urbanos sembrados por el maestro, en el que el sonido de la fauna, del agua, de las plantas, dan cátedra. Así, invita el maestro a vivir los espacios naturales, los paisajes urbanos y los jardines como medio de concientización, respeto y coexistencia pacífica entre especies…(…)
Así lo explica Burle Marx en la conferencia de 1993, “El paisajismo en la estructura urbana”: “Debemos lograr que nuestros hijos entren en contacto con la naturaleza, que comprendan el patrimonio que poseen. Hacerlos plantar, comprender la importancia de los árboles, enseñarles a no mutilarlos. Mostrarles la importancia de las asociaciones de plantas, de la ecología. Enseñarles a colectar semillas, sembrar, plantar las pequeñas mudas, tener amor por ellas, para que puedan prosperar. Que pasen a ver las plantas como seres vivos, que tienen el derecho de crecer, florecer, fructificar, inculcando en ellos la importancia de la perpetuación, la maravilla de la expectativa de la floración de unos botones, abriendo en floración”.
Alexis Blanco
Imágenes por cortesía del JBM y Carla Urbina